Historia

RONDA EN EL TOREO

Ronda supone en la historia de la Tauromaquia un hito de grandísima trascendencia. Cuando nuestro insigne Pedro Romero toreaba, el toreo ya se había inventado muchísimo años antes, hacía siglos. Pero con la llegada de los Romeros de Ronda, se esculpen las reglas que encauzarán el toreo a lo que es hoy.

Su abuelo Francisco, en 1726, es el primero que se baja del caballo y se enfrenta a un toro a pie. Y este hecho tiene lugar en Ronda. Después vendrá la muleta y la faena previa a la muerte, la profesionalización de los toreros y el espectáculo como una gran fiesta popular. Y todo esto se inicia en Ronda. Y  lo que realmente inventó Pedro Romero, y esa es su grandeza, fue el arte del toreo a pie. Esa es la frase correcta o más exacta, y además muchísima más significativa: convertir lo que hasta entonces era un espectáculo bárbaro de toreros-gladiadores, matatoros, de contienda entre una bestia y el hombre sin estética alguna, en todo un Arte donde empezó a conjugarse la técnica y la belleza. Esto es lo que convierte a nuestro paisano en un ser absolutamente excepcional, no sólo en la historia de la Tauromaquia sino en la historia de las Bellas Artes, porque así es como hay que entender el toreo.

Pedro Romero es el primero que deja patente, tanto en el ruedo como en el papel un concepto del toreo basado en la serena quietud y en el temple. Es el que esculpe en los cimientos de la Tauromaquia las reglas básicas por las que a partir de entonces ha de regirse el toreo. Y entre ellas, una absolutamente fundamental: “El torero no deberá contar nunca con sus pies, sino sólo con sus manos”.

La lidia clásica renunciaba a sus planteamientos de lucha, y a partir de entonces el objetivo de dominar al toro se encauzaba por una vía menos dura y mucho más estética y ética: esperando al toro cara a cara y a pie firme y matándole cuerpo a cuerpo.

“Parar los pies y dejarse coger, éste es el modo de que los toros se consientan y se descubran”, como la única forma de fijarlos en el engaño para que humillen o se declaren. Ahí radica la verdad de la concepción rondeña del toreo: en consentirle, pero dentro de unas normas que va a permitir dominarlos. Quedarse quieto y aguantar sin enmendarse es indispensable para que el toro no pierda la fijación en el engaño, de lo contrario el dominio pasaría al toro. Y todo dándole el sitio al animal, su distancia. Y si a todo esto le sumamos el sentimiento, estaremos pues ante un torero de privilegio, a los que no todos tienen acceso.

Ronda, cuna del arte del toreo. Y Cuna no significa nacimiento, sino crianza, por consiguiente tal afirmación sobre Ronda es acertada, pues aquí es donde se fragua y crece el arte de torear. Pero hay que dejar constancia, en honor a la verdad histórica, que esta Cuna del Toreo es compartida con Sevilla, de cuyas competencias fueron partícipes los Romero por un lado, y los Costillares y Pepe Hillo por otro.

Y aún hoy,  salvando las distancias, siguen sirviendo de referencia para catalogar a los toreros a la hora de conceptuar su arte: Escuela Sevillana o Escuela Rondeña, dos formas diferentes de entender el arte del toreo a pie. Reconociendo, por otro lado, la evolución ecléctica del toreo, pero siempre ha quedado en el subconsciente la inclinación por una de estas dos concepciones.

Faustino Peralta Carrasco

 

 

LA BIENAL INTERNACIONAL DE LA TAUROMAQUIA

Celebrar la Bienal Mundial de la Tauromaquia, era algo absolutamente necesario e imprescindible en el mundo taurino, y tenía que ser en Ronda con su Maestranza y sus dinastías toreras de los Romero y los Ordóñez, donde el toreo forma parte de nuestro Patrimonio Artístico e Histórico, al cual, como herederos que somos de él, hemos de cuidar, fomentar y enseñar, y exigir el amparo que por tradición y lugar histórico en la Tauromaquia, nos corresponde y nos merecemos.

Las Reales Maestranzas son corporaciones nobiliarias que nacieron con la vocación de ser un instrumento clave para la defensa de los intereses de la Monarquía y sobre todo para que los caballeros se ejercitasen en el arte de la equitación y la guerra. En Ronda, fueron las necesidades de defensa del territorio las que provocaron que Felipe II fundase en 1572 la Real Maestranza de Caballería de Ronda, la más antigua de España. Para cumplir con su cometido, este cuerpo dedicó un espacio de la ciudad a los ejercicios ecuestres, entre los cuales, como es tradicional en España desde la Edad Media, se incluyeron los juegos con toros. La bravura de este animal, su ímpetu indomable, su nervio y su fuerza se convirtieron en el enemigo preferido de los caballeros, los cuales, podrían mostrar ante semejante animal su bizarría, su inteligencia, su maestría y hasta el poderío de su heráldica.

Destronado el toreo caballeresco, a principios del siglo XVIII, toman el protagonismo los toreros a pie. Gente de pueblo arrojada y hecha a sí misma que se ganan el fervor popular por su atrevimiento y buen oficio. Desde el comienzo, Ronda estuvo presente en este nuevo juego popular, pues la familia de los Romero marcó un antes y un después en la evolución de esta nueva Tauromaquia, sobre todo, Pedro Romero (1754-1839). Figura cumbre por su valentía, capacidad capotera y efectividad con la espada. Cuenta la leyenda que se retiró después de estoquear más de 5.600 toros, sin recibir el más mínimo rasguño. Su personalidad consiguió que su oficio alcanzara respeto y dignidad social, al reunir valor, destreza y sentido estético, hasta tal punto que él y su hermano José Romero fueron retratados por Goya.

En el siglo XX, los Ordóñez se convierten en la aportación de Ronda más importante a la historia de la Tauromaquia de la última centuria. Las dos figuras fundamentales fueron Cayetano Ordóñez “Niño de la Palma” (1904-1961) y su hijo Antonio Ordóñez (1932-1998), que despertaron, por su manera de concebir el toreo, el interés de personalidades tan universales como el cineasta Orson Welles y el escritor Ernest Hemingway, de cuya pluma salieron obras fundamentales de la literatura universal como “Fiesta”,  “Muerte en la tarde” y “Verano Sangriento”.

Pero, sin duda, el gran matrimonio entre Ronda y los Ordóñez viene por la Corrida Goyesca. El maestro Antonio Ordóñez la impulsó, la cuidó, la mimó y la prestigió con su presencia, a partir del año 1954, fecha en la que se celebra por primera vez con motivo de la conmemoración del II centenario del nacimiento de Pedro Romero. Hoy las corridas goyescas se han multiplicado por toda España, pero la genuina, la auténtica, la que cobra su verdadero sentido, la Goyesca con mayúsculas es… la que se celebra en Ronda el primer fin de semana de septiembre. En la actualidad es un acontecimiento de primer orden en todos los sentidos y no sólo en el taurino, gracias a la labor impagable de los nietos del maestro de Ronda, Francisco y Cayetano Rivera Ordóñez.

De la mano nuevamente de un torero rondeño, Rafael Tejada, ahora en pleno siglo XXI, Ronda vuelve a situarse en la vanguardia del toreo. Se trata de Reservatauro, el primer Centro de Interpretación de la Tauromaquia. Donde diaramente abre suss puertas este hermoso paraje donde contemplar el toro bravo en libertad y rendir tributo a la importancia de Ronda en la historia de la Tauromaquia.

Estos breves pero intensos argumentos justifican plenamente que Ronda, en tanto que fuente y cuna del toreo, se sienta obligada en unos momentos de zozobra e incertidumbre a seguir defendiendo la Fiesta de los Toros con la organización de esta Bienal, con la que además quiere ser fiel a su rica historia.

Faustino Peralta Carrasco